Lituénigo

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PARA SABER ALGO MÁS SOBRE LITUÉNIGO

Para conocer algo más sobre la localidad de Lituénigo, recomiendo la obra “Tarazona y el Moncayo. Pueblo a pueblo” perteneciente a la colección “Tierras del Moncayo”. El tomo uno está dedicado a la localidad de Lituénigo.

La obra, en la que intervienen varios autores: Javier Navarro, Sandra Pellejero, Mª Dolores Zueco, Ismael González, Marian Pulido y Francisco Vidal; comienza con el origen etimológico del topónimo “Lituénigo”, para remontarse hasta nuestros días después de viajar por la historia del municipio desde el Paleolítico medio, con su yacimiento del Barranco de Pradillo y darnos a conocer su patrimonio, fiestas y tradiciones.

Sin lugar a dudas, se trata de una obra de obligada lectura para todas las personas que deseen ahondar en el pasado de este pueblo y, al mismo tiempo, conocer mejor a sus gentes.


SOBRE SU ORIGEN MUSULMÁN

La primera referencia escrita que se tiene de Lituénigo, se halla en un pergamino, perteneciente a los fondos del Archivo de la Corona de Aragón, del año 1124.

En el referido documento se menciona el reparto de acequias a las villas de Santa Cruz, Grisel y Lituénigo [Leitunego], por parte del rey Alfonso I. Con el paso del tiempo también se pueden encontrar oras variantes como Leytunego (1284) o Leytuennygo (1382).

El 31 de julio de 1124, el rey Alfonso I de Aragón dona a Garçia Ennecones una heredad en Lituénigo que perteneció a un musulmán llamado Ibn Ferruç, que deja abierta la hipótesis sobre un posible origen musulmán de la localidad, posibilidad que se ve reforzada por las características de su actual trazado urbano. (Colección "Tierras del Moncayo)

SOBRE SU CASTILLO

El castillo se construyó en lo alto de la pendiente y al final de una pequeña meseta, en el punto en que comienza a descender la ladera. Inmediato a él se situó el caserío, en cuya línea exterior se mantiene todavía.  El castillo atravesó varias fases de construcción, aunque el edificio que podemos contemplar actualmente debió ser construido en el siglo XV.

Primera fase: Corresponde a la obra más antigua, posiblemente del siglo XII o XIII. En este período se debió de construir una torre al estilo de otras de la comarca, que fue el núcleo originario del castillo-palacio posterior. Tendría planta rectangular, y de ella sólo se conservan tres de sus paredes, de 1,50 m. de grueso, construidas con grandes sillares. Tenía varios pisos aunque hoy sólo se conserva el bajo. Éste estaba cubierto por bóveda de medio punto según se aprecia en el arco dibujado en el aparejo de la pared. En esta misma se abre el único vano que subsiste, que es una saetera de frente rectangular.

Segunda fase: siglos XIV-XV. A partir de los restos de la torre se edificó un castillo-palacio que es el que subsiste actualmente aunque con grandes reformas en su interior. Su planta es poligonal, con torres sobresalientes en los extremos, siendo la occidental la torre del siglo XII. Se construyó con mampuestos de piedra local y sillares en las esquinas conformando muros de 1 m. de grosor. La entrada es la parte que se conserva más intacta. La puerta era de goznes, y se cobija bajo arco apuntado realizado en sillar, con arco rebajado al interior. En su construcción se emplearon sillares de grauvaca procedente de Trasmoz y toba calcárea local. Se conservan junto a la puerta dos estancias originales, una de ellas con una puerta con arco ojival realizada en sillar. El castillo de Lituénigo sirvió de refugio a finales del siglo XIII a las gentes de Lope de Luna cuando éstos se dirigían a luchar contra los unionistas en Tarazona.

Durante la segunda mitad del siglo XIV fue señorío de Lope de Luna y junto con Trasmoz fue legado en su testamento a su hija María, bajo cuyo señorío aparecen en la primera década del siglo XV. Siguió en manos de la familia Luna hasta que Fadrique se pasó a servir al rey castellano en la guerra que a comienzos del siglo XV se disputaba en la frontera castellano-aragonesa. Fue ocupado por los castellanos desde 1430 hasta 1436, cuando se les obligó a devolver los castillos tomados al finalizar el conflicto, pasando así al rey aragonés. En 1431 el rey vendió Lituénigo y San Martín a García López de Lapuente, aunque no estuvo mucho tiempo en su poder ya que fue tomado por los castellanos, junto con Trasmoz, durante la guerra de 1430-36. La devolución al rey aragonés de ambos castillos fue una de las condiciones requeridas para firmar la paz entre los dos reinos. Vuelto a la corona, Alfonso V al año siguiente (1437) donó Lituénigo junto con Trasmoz, San Martín y el bosque de la Mata a Lope Ximénez de Urrea en recompensa por sus servicios prestados.

Éste a su vez lo vende en 1438 junto con San Martín a García López de Lapuente. De éste pasa a su hijo y de éste a su viuda María de Vera. En 1610 pertenece a los hijos de Antón Jaime.

El castillo perteneció a un señorío particular hasta la desamortización de mediados del siglo XIX, pasando a manos de varias familias del lugar. La adaptación del castillo como vivienda ha facilitado su conservación. Se dividió en varias partes, algunas todavía habitadas, mientras que la zona posterior se anexionó a una vivienda moderna.

La parte habitada ha sido remodelada, habiendo perdido en su interior su carácter original casi totalmente. En la zona abandonada se conservan todavía restos originales. En el exterior se mantiene la fábrica de mampuesto, aunque se han abierto puertas y ventanas modernas y se adosaron viviendas en un lateral y en la parte posterior.

SOBRE SU PATRIMONIO RELIGIOSO

Del patrimonio religioso sobresale la iglesia parroquial de la Purificación de la Virgen, de cuyo origen románico presenta muestras en su torre. En el siglo XVII sufrió diversas modificaciones en la cubierta y las capillas laterales y en su interior guarda valiosos ejemplos de arte mueble, como imágenes, retablos y cálices.
Además, cuenta con las ermitas de San Miguel la cual fue remodelada y convertida en sede del Ayuntamiento, y la ermita de la Virgen del Río, ambas del siglo XIII.

SOBRE SUS FIESTAS

Las fiestas patronales en honor a San Miguel Arcángel, se celebran el último fin de semana del mes de Septiembre.

El domingo, los mayordomos acompañados por la charanga, recorren las calles de la localidad, recolectando por las casas trigo que van depositando en unos capazos que portan a tal efecto, y que servirá más tarde para realizar el acto conocido como el "pesaje de los niños".

Este acto tiene lugar el domingo al medio día. En él los vecinos se agrupan delante del pórtico de la bella Iglesia de la Purificación de la Virgen dotada de una esbelta torre. Los padres depositan a su hijo menor de un año, en una romana, dentro del capazo de uno de los extremos, mientras en el capazo del otro extremo de la balanza se va llenando de trigo hasta obtener el peso del niño.

Una vez finalizado el “pesaje”, se junta todo el trigo y se llevan dentro del pórtico de la iglesia, comenzando en ese momento la subasta. Cada subastero tras enunciar su puja, se dirige por el pasillo humano creado en la plaza hasta el otro extremo de la misma, tras dar una vuelta sobre la madera en la que se sostenía la romana, regresa de nuevo al pórtico. Así una a una se van sucediendo las pujas, hasta que el que más enteros haya ofertado, obtiene la llave que se encuentra dentro de la iglesia, y se hace con el trigo obtenido, debiendo pagar durante el año siguiente el grano.

Esta tradición tiene sus orígenes en el siglo XVII, cuando un matrimonio de la localidad, ante la imposibilidad de tener hijos, solicitó la ayuda de un sacerdote que residía en Tarazona y prometió a la Virgen que si la esposa conseguía engendrar un retoño, donarían tantos talegos de trigo como kilos pesase el recién nacido.
El pequeño vino al mundo el día de San Miguel, dando origen a esta tradición que año tras año tiene lugar en Lituénigo.

La festividad de la Virgen del Río, patrona de la localidad, se celebra el fin de semana anterior al miércoles de ceniza. Ese día se encienden tres hogueras y de la iglesia sale una procesión con las imágenes  de San Miguel y San Blas hacia la ermita de la Virgen del Río. Se recoge a la imagen de la Virgen y se retorna nuevamente en procesión a la iglesia con las tres imágenes bajo el estruendo de los disparos de escopetas y el estadillo de una gran traca.

Esa noche, se dice que la Virgen duerme en el pueblo. Al amanecer del día siguiente se cantan las auroras y, tras la misa, se devuelve a la Virgen del Río a su ermita.

ENCUENTRO DE ARTESANOS Y OFICIOS PERDIDOS

A primeros de julio Lituénigo celebra su “Encuentro de Artesanos y Oficios Perdidos”. Una feria que cobra año tras año mayor interés y protagonismo, y cuyo objetivo es recordar el pasado agrícola de nuestros pueblos.

Durante toda la jornada hay diversas actividades y puestos por las calles, donde los propios vecinos dan a conocer oficios ya perdidos (ataviados con trajes de época), a modo de homenaje a sus mayores.
Se realiza la siega del trigo con la hoz, la ropa se lava en terrizos: con agua caliente y ceniza; se varea la lana de los colchones o se hila para confeccionar calcetines.

Hay demostraciones en vivo que despiertan el interés de los pequeños: el esquilador de ovejas, el herrero, la elaboración de adobes a base de barro y paja, o la de jabón a base de la grasa de cerdo.
Artesanos del barro, el mimbre, el cuero , la piedra o la madera realizan in situ sus trabajos durante todo el día, y se elaboran chorizos y morcillas artesanas, que al finalizar la jornada se degustan por todo el público asistente a modo de lífara colectiva.

Se elabora además una carbonera, para dar a conocer este proceso hoy casi desaparecido (y desconocido para muchos), que aportaba carbón vegetal a las economías domésticas de la zona.

La música y el ambiente festivo la aportan los sones y melodías de gaiteros y dulzaineros, y como final de fiesta: bailes tradicionales de Aragón.

Actualmente se ha creado un Sendero de los Oficios de Lituénigo, se trata de un recorrido autoguiado que pretende que la persona que lo realiza descubra los lugares en el entorno del pueblo en los que aún es posible observar la huella de los trabajos que durante siglos realizaron los vecinos de estos valles para obtener su sustento.

Se busca así complementar la información que el visitante recibe en el Museo del Labrador mediante un cómodo paseo de aproximadamente una hora, en el que también se puede disfrutar de impresionantes perspectivas de la Sierra del Moncayo.
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MUSEO DEL LABRADOR

Más de 200 piezas componen esta colección. Las viejas escuelas del pueblo, rehabilitadas, la albergan en sus dos plantas desde el año 2000.
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Allí podemos ver los aperos ligados a la agricultura, el pastoreo y otros oficios tradicionales, unidos de forma inseparable con la vida diaria en la zona. Entre ellos cabe citar al herrero, al carpintero, al leñador, o el mielero (la apicultura goza de mucha tradición en la localidad).

Unos y otros se hacían útiles y necesarios entre sí, cerrando de esta manera el círculo perfecto entre hombre y naturaleza, entre recursos y trabajo.

La casa y su hogar tienen también su particular representación, junto a la matacía del cerdo o el cultivo del cáñamo para uso textil.